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Sanación

Extendí el manto verde azulado delante de mi cuerpo, lo palpé suave, me dejé llevar por la frescura del color. De pronto, encontré algo que sobresalía en la tela: era áspero y lleno de recuerdos. Lo tomé con mis manos delicadas cuidando no clavarme y abrir una de mis muchas heridas, y lo dejé caer en el amplio suelo. Mientras yo seguía recorriendo el manto con el tacto y con el alma, me topaba una y otra vez con más de aquellas cosas extrañas y ajenas a la profundidad de lo que siento verde. Tomé cada una de ellas y las arrojé lejos, hasta que dejé el manto limpio y lleno de caricias que no dañan. Lo doblé, y lo guardé luego en un baúl que pensé no volvería a abrir. Recogí los trozos que saqué, los quemé y se los llevó el viento cuando alcé mi cuerpo en señal de libración.